Un tratado de historia peruana reciente, una biografía íntima, una mirada desde el interior del célebre semanario de humor político. Nicolás Yerovi celebra por escrito el siglo de "Monos y Monadas"
Curiosa jugada del destino. Una revista como "Monos y monadas", que en su época desató las furias de la clase política, celebró su centenario en el Congreso de la República, el espacio laboral de sus víctimas. En el Hall de los Pasos Perdidos, colgaba la exposición de las mejores cien carátulas de la historia de "Monos y monadas". "Por lo menos, en esa circunstancia, el Congreso demostró que podía carecer de muchas cosas, pero no del sentido del humor. Los propios afectados por las bromas le rendían un homenaje a un semanario que se había reído de la desdicha de tenerlos como gobernantes", recuerda Nicolás Yerovi. En la presentación de la muestra participó incluso el general EP (r) Francisco Morales Bermúdez, quien comentó que nunca ordenó la deportación de Yerovi porque siempre lo consideró el psiquiatra nacional.
El centenario de la memorable "Monos y monadas" se sigue celebrando con "El Perú de Yerovi", su más reciente libro, definido por su autor como una extraña mixtura de memorias personales, recuerdos vocacionales y crónica del ejercicio del periodismo y la literatura. "Es una obra sui géneris. Es y no es una historia del Perú. Es y no es una autobiografía", explica.
"En el proceso de la escritura me daba cuenta de que lo que relataba no era solo algo hilarante, sino una verdadera novela de aventuras. Un extranjero que no haya vivido en el Perú de los últimos 30 años podría considerar este libro una novela de realismo mágico. No creería que todo lo que registra el libro aconteció", adelanta Yerovi.
El Articulo Completo pued leerlo en El Comercio (sección LUCES Viernes 15 de Diciembre)
Entre la cooptación y la represión.
ResponderBorrarLa Polisemia discursiva del semanario rosarino Monos y Monadas.
La cuestión social en la ciudad de Rosario hacia el Centenario articulada desde el pintoresquismo costumbrista. Los múltiples discursos de una popular revista de actualidades, operando con una estrategia funcional a las clases dominantes.
Por Florencia Pagni y Fernando Cesaretti
Ciudad de Astengo y de Echesortu y Casas
-sede del “Honorable Benvenuto”-
ciudad donde se funden dos mil razas
pero no se funde ningún bruto.
Cuartela anónima
Los dominios de Ceres y Mercurio
Hacia el Centenario Rosario es la cabecera indiscutible de la “pampa gringa”, ese vasto hinterland que desborda el sur santafecino y avanza sobre el este cordobés y el norte bonaerense. La llanura cordobesa ve en Rosario, y no en la docta, a su ciudad de referencia. Entre el primer y el tercer censo nacional ha multiplicado su población diez. veces y media. Los 23.000 habitantes de 1869 se elevan a un cuarto de millón en 1914.
Consecuencia directa en su origen del aluvión inmigratorio europeo que sustenta este notable crecimiento demográfico es la élite dominante:
“La burguesía rosarina pisa firme; hija del desarrollo agrario, se identifica totalmente con el progresismo liberal, y no solo carece de complejos frente a las viejas clases, sino que las mira por arriba del hombro, porque se siente con mejor derecho a conducir. No postula reconocimiento y será ella la que lo dará”.
La clase terrateniente argentina no tiene residencia siquiera provisoria en Rosario. Es entonces esa “exitosa nueva clase” la que lleva la voz cantante. Y lo hace con orgullo, exhibiendo ante propios y extraños, la concreción práctica de su filosofía positivista. Es su afán de progreso lo que ha transformado la otrora insignificante aldea dormida en la siesta perenne a la que parecerían haberla condenado autócratas sangrientos, extraños e imprevisibles como el santafecino Estanislao López o el porteño Juan Manuel de Rosas, en la urbe que asombra a Juan Bialet Massé por haberse convertido
“...en una de las ciudades más hermosas e higiénicas de Sud América. Su urbanización obedece a los principios más modernos... Desde el parque Independencia y el Boulevard Santafecino hasta la cloaca; desde el palacio a la humilde casa de obreros; desde el hospital moderno, completo, hasta la asistencia pública y el asilo, en todas partes hay un progreso real y eficaz...”
Un gran emporio comercial en definitiva, que por su propia dinámica muestra –según el mismo observador- ciertas falencias en su sociabilidad dado que
“... raramente se ocupan los hombres de otra cosa que de sus negocios... Nunca se pudo establecer un centro literario, y las manifestaciones del arte son muy aisladas y pocas.”
No hay prosapia ni alcurnia añeja en los dominios de Ceres y Mercurio. Sin embargo las diferencias de clase están bien marcadas. Rosario es en ese aspecto una reiteración de lo que se ve a nivel nacional. Y de igual forma es tratada la cuestión social. Se copota o se reprime, o mejor se coopta y se reprime.
Claroscuros acentuados por una clase obrera tempranamente combativa.
Es en Rosario donde La Fraternidad, el gremio de los conductores ferroviarios, logra su primer triunfo en 1889, al culminar exitosamente una huelga declarada para lograr la libertad de un maquinista del Ferrocarril Buenos Aires y Rosario, detenido y salvajemente apaleado por la policía tras un accidente de tren. Es en Rosario donde en el temprano 1890 una manifestación obrera recorre el 01 de mayo de ese año las calles recordando a los mártires de Chicago, culminando el acto con oradores que en distintas lenguas arengan a los trabajadores, destacándose en la ocasión la joven anarquista puntana Virginia Bolten.
Pero es también en Rosario donde nuestro ya conocido Bialet Massé observa que
“... cuando la familia es mucha y el hambre apura, entonces se pone a las niñitas en la Refinería, en las fábricas de tabacos, en lo que se puede, con tal de que ganen algo, y se les enseña a mentir sobre la edad, de manera que las chiquillas dicen que tienen once años cuando no han cumplido nueve y hasta que se cansan y agotan las pobres hacen lo que pueden”.
No es extraña entonces la importancia que adquiere en esos años la cuestión social. Huelgas fundamentales en la historia del movimiento obrero (la de 1902 en la Refinería, o las ferroviarias de 1912 y 1917) se gestan o tienen su epicentro en Rosario. Y junto a estas gestas fundacionales de la épica clasista, la cotidianidad de innumerables y a la vez módicos conflictos medidos en términos cuantitativos, pero globalmente importantes para merituar a una época.
Sin embargo esa combatividad no se traducirá en el fortalecimiento partidario de una alternativa de clase dada en términos marxistas. Ello ocurrirá por varios motivos convergentes. La clase obrera rosarina será en gran medida, anarquista o sindicalista. El partido Socialista no logrará un predicamento similar al que alcanza en la Capital Federal. No encuentra en esta ciudad de gringos a su “ciudadano ideal”. Opera en esta orfandad del deber ser cívico que pregonan las huestes higienistas de Juan B. Justo, la apática desconfianza del inmigrante a los manejos políticos que sabe ajenos a sus intereses. Así cuando se aplique en 1912 la nueva Ley Electoral, los contendientes serán por un lado, la Liga del Sur, portavoz de la satisfecha burguesía rosarina que aspira a la autonomía frente a la capital provincial, y el radicalismo que específicamente en Rosario, encuentra sustento electoral por el modo clientelar con el que capta al proletariado criollo fronterizo del lumpenaje arrabalero. En ese sentido los referentes locales de la “Causa” como Ricardo Caballero o Juan Cepeda en poco difieren sus métodos de los de los hombres del “Régimen”.
Es entonces esa sólida burguesía la que impone un rol hegemónico a la sociedad rosarina. Hegemonía que trasciende lo meramente político y económico, y llega a la imposición de juicios morales y políticos a través de argumentos psicológicos. Así la holgazanería es utilizada para demostrar acerca de disposiciones débiles y congénitas que tienen determinados marginales para presentarse en el mercado de trabajo.
El mono y la monada de cada semana
La prensa resulta un arma fundamental para transmitir esa posición. Veamos como opera esta en un caso concreto, el de la revista Monos y Monadas.
Acerca de la llegada contemporánea a los restos fósiles de la misma, debemos en rigor de verdad manifestar que nuestro acceso a la principal fuente documental de este trabajo tuvo limitaciones. En la Hemeroteca de la Biblioteca Argentina “Dr. Juan Alvarez” quedan (o quedaban) unos pocos ejemplares, en mal estado de conservación. Si, existen microfilmados en el Centro de Estudios Históricos que funciona en instalaciones del muy privado Colegio Español de Rosario, ubicado en el bucólico escenario del Parque de España. Pero acceder a ellos no es libre ni menos gratuito. Por esto último nos resultó a los autores imposible revisar la colección tomándonos el tiempo necesario para citar cada referencia. De allí que no precisemos fecha ni número, salvo excepciones.
Monos y Monadas es un semanario gráfico que aparece regularmente entre junio de 1910 y diciembre de 1911, e irregularmente desde entonces y hasta mediados de 1913. Tras dos décadas de silencio reaparecerá en una segunda etapa entre Julio de 1934 y Enero de 1936, ya con otro carácter tanto la revista como la ciudad.
Nos interesa a los fines de este trabajo su primera época. Entonces su formato y diseño era similar al de la revista porteña Caras y Caretas. Ojeemos juntos un ejemplar al azar. Por lo general hay una primera sección de noticias internacionales, luego una de política nacional y a continuación, información sobre la ciudad y la región ya sin un orden determinado, mezclándose notas de carácter social con información general o policial, junto a misceláneas y curiosidades, y el todo ilustrado con profusas fotografías.
Más allá de este desorden expositivo, se van dando ciertas constantes.
En primer lugar hay una encubierta toma de posición a favor de la Liga del Sur. La campaña electoral de esta es seguida en detalle y por toda la provincia, con abundante material gráfico. Impacta sobre el particular de la cobertura de estos comicios, la visión de un De la Torre aún joven, en contraste con la estereotipada imagen del Lisandro del Debate de las Carnes, un cuarto de siglo después. Muchas menos páginas y fotos se dedican a las actividades del radicalismo o del partido Constitucional.
Hay también una manifiesta disposición a mostrar los signos del progreso ciudadano. De allí los amplios informes sobre obras de salubridad, tales como las Aguas Corrientes o los nuevos hospitales. Un claro discurso positivista al modo usual a la época. Las páginas de Monos y Monadas sirven también de habitual tribuna a resabios masónicos. Los hermanos “tres puntitos” hacen paradójica profesión de fe anticlerical con actos, reuniones, ágapes y saraos que la revista publicita ampliamente. Después de todo el obispado está en la “lejana” Paraná. Más peligrosamente cercanas están las esposas de tales come frailes, aunque todo parece un juego entre burgueses satisfechos dictado por el principio sexista aceptado de “el hombre en la logia, la mujer en la iglesia”. Modos de la sociabilidad de la época que el semanario refleja.
Es una sociabilidad que también se manifiesta y adquiere visibilidad periodística de otras maneras. Desde las reseñas sobre los clubes de élite hasta la galería de personalidades del mundo social que da título a la revista: cada número trae la imagen en página central de un distinguido caballero y de una rolliza beldad, los que en amable tono son designados respectivamente como el “mono” y la “monada” de la semana. A los que se suman las fotos de niños satisfechos en elaboradas poses de supuesta ingenuidad.
Como reflejo de la ciudad y la región, las colectividades inmigratorias encuentran acogida en sus páginas. Desde el Centre Catalá al Club Español, pasando por las instituciones mutualistas de cada comunidad, todos encuentran la posibilidad de difundir sus actividades mediante recurrentes gacetillas. De modo especial en los números que siguen al 20 de septiembre de 1910, la revista visibiliza los festejos del día de Italia en muchas de las localidades de la pampa gringa. Los fotógrafos documentan los actos con una inconciencia perturbadora a futuro. Son imágenes inquietantes desde nuestros hoy. Así a casi un siglo de distancia, la coautora de este trabajo trata de descifrar si algún antepasado suyo posa orgulloso de sus itálicos mostachos y de la rica bandiera tricolore (SIC) que de la romana Porta Pía parece haber sido trasladada por el espectro de Garibaldi a la esquina de… ¿Belgrano y 9 de Julio? ¿San Martín y Umberto Primo? en Arroyo Seco, y el coautor intuye, fantasea o imagina que alguno de los niños de muy corta edad que se “cuelan” festivamente lejos de toda solemnidad en la sepia fotografía de los festejos en Carreras, es tal vez su propio abuelo.
Hasta aquí una revista informativa más, que refleja a una sociedad sin grandes problemas en apariencia. Sin “cuestiones” demasiado traumáticas.
Sin embargo, la verdadera problemática social, aparece encubierta bajo el pintoresquismo y la mirada condescendiente.
El morbo delimitando la pertenencia de clase
Monos y Monadas en tanto portavoz de los que triunfaron, encuentra en la marginalidad, la exclusión y la miseria, una fuente de humorismo. Que le permitirá por ejemplo, nominar bajo el título “El Albaicín Rosarino”, una ranchada miserable establecida “atrás del Córdoba y Rosario” en octubre de 1910, con el mismo sentido de burla que a principios de 1911 empleará para regodearse con el barrio de Las Latas , describiendo irónicamente el “palacio de Las Latas”, con su “reina”, su “príncipe”, etc.
Este indisimulado desprecio de clase, se torna evidente en una de sus secciones fijas, “La Semana Trágica”, donde se hace el racconto de lo sucedido en materia de hechos policiales. Es un lugar común en esas páginas el trazar un paralelo entre pobreza y delincuencia. Para Monos y Monadas habitar en un conventillo es un elemento de sospecha. Las condiciones infamantes de las casas de inquilinato le interesan solo para reforzar esta tesis de culpabilidad o a lo sumo para lograr una nota pintoresca, en tono burlesco, nuevamente con su “reina”, “su príncipe”, etc.
El trato periodístico que se le da al tema de la muerte muestra también esa diferenciación, ya con rasgos de impúdica obscenidad. Así el deceso de un miembro de la élite es cubierto de manera respetuosa, aunque con la teatral necrofilia de la época (esa que convoca multitudes a los cementerios en una especie de kermés pagana celebrando el día de los Santos Difuntos). Vemos la pompa y magnificencia del cortejo en fotografías que acompañan un obituario panegírico. Pero si un muerto pertenece a la clase obrera, solo es noticia si su deceso se produce a consecuencia de la violencia. Y entonces se torna evidente en sus gráficas imágenes y en su narrativa el regodeo irrespetuoso, la invasión de la intimidad, el escarnio. Fotografías de suicidas o asesinados a los que se exhibe impunemente en sus féretros abiertos sin ningún recato. Un niño de la burguesía que muere a causa de una enfermedad da lugar a respetuosos obituarios donde la elite local expresa deseos de consuelo para la afligida familia, con un tratamiento discreto del tema. Pero un niño obrero, tal el caso de un chiquito de nueve años que es atropellado por un tranvía en el Cruce Alberdi es mostrado impúdicamente con su rostro destrozado en un humildísimo ataúd. El morbo delimitando las clases.
Como conclusión podemos afirmar que Monos y Monadas no es sino el exponente de una faceta a medio camino entre la cooptación y la represión. El tratar como objeto de burla y reprobación a determinados actores sociales, proponiendo –por efecto contrario- a otros sectores la integración mediante la emulación de conductas, en el modelo dominante, antes que la solidaridad con los escarnecidos estereotipadamente.
Complejidades de una muy compleja problemática: la cuestión social.
Florencia Pagni y Fernando Cesaretti.
Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario
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